08 agosto, 2006

Los Maquis de Andorra

El conjunto de la historia de la guerra civil, se compone de múltiples mini-historias, las cuales una vez recogidas, forman una unidad compacta y homogénea de lo que fueron tres largos años de contienda de norte a sur, englobando todo un país.
Igualmente en la posguerra, y más en concreto en la etapa guerrillera, no podemos hablar de una única historia donde se deposite el fenómeno del maquis. En la cada vez mas extensa bibliografía sobre esta materia, podemos encontrar tempranas ediciones, donde con mayor o menor acierto, se ha intentado aglutinar la resistencia armada en toda España [“Guerrillas Españolas” de Pons Prades], o sin intentar tan ambicioso plan, encontramos varios volúmenes, donde se describen los hechos en zonas concretas de la Península [“El Maquis en la provincia de Cádiz” de Manuel Pérez Regornan, o “La guerrilla antifranquista en León” de Secundino Serrano], sin olvidar los que entran simplemente en la vida de un solo protagonista [“La agonía del León” de Carlos G. Reigosa, o “Juanin, el ultimo emboscado de la Posguerra Española” de Pedro Álvarez].
La mini-historia que expongo ahora, la podemos conocer gracias a Mercedes Yusta, investigadora muy considerada en el mundillo de la recuperación de la memoria, la cual ha editado varias obras:
.- Guerrilla y resistencia campesina, La resistencia armada contra el franquismo en Aragón (1939-1952)
.- La guerra de los vencidos, El maquis en el Maestrazgo turolense, 1940-1950
.- Los maquis de Andorra: La pervivencia de la memoria




Tras el fracaso de la operación “Reconquista de España” en el año 1944, por la falta de apoyo popular, el enfrentamiento desigual contra el ejercito, y la no intervención de los aliados tan necesaria como ingenuamente esperada, muchos de los combatientes se encontraron aislados y sin enlace con grupos de resistentes, que mas en el interior de la península se encontraban en el monte.
Dos de estos maquis se ocultaron durante casi un año en los montes de las inmediaciones de Andorra, desde donde pudieron observar la vida diaria de los naturales, que intentaban resolverla con normalidad, para olvidar las convulsiones vividas durante la guerra.
Hasta que se atrevieron a bajar [armados pero sin amenazar a nadie] y mezclarse con las gentes, incluso en fiestas, llegando hasta el punto de ofrecerles comida los propios Andorranos.
Tanto ir y venir llegó a oídos de la autoridad y la guardia civil, los cuales empezaron sus investigaciones, pero el principio del fin ocurrió, cuando los maquis buscaron a un guardia jurado, tildado de fascista, el cual parece ser, fue perseguidor de las personas de izquierda y además, no dejaba a los masoveros de la zona que ayudaban a los maquis, hacer leña del pinar de Hijar. El Guardia, rápidamente puso en conocimiento de la guardia civil los hechos, montándose un dispositivo para tenderles una trampa y no tener que enfrentarse cara a cara con ellos. Poco antes, un tercer maquis perdido por la zona, se unió con sus dos compañeros, bajando los tres por Andorra, cada vez mas confiados. Un masovero afecto al régimen los denunció, indicando la masia donde se ocultaban a la guardia civil, que en numero de cuatro, mas dos guardias jurado que les sirvieron de guías, se apostaron cerca de dicha masia. A la mañana siguiente, los tres, mas un hijo del masovero, salieron de la masia, momento en el cual las fuerzas apostadas, los ametrallaron, cayendo fulminados los tres, y el hijo solo fue herido en un pie, gracias al reconocimiento de uno de los guardias jurado, que apartó el rifle de un atacante y pudo desviar el disparo.
La versión de la guardia civil difiere como siempre de la que circuló por Andorra. Según la guardia civil, en el enfrentamiento se usaron las armas por ambas partes, resultando los atacantes ilesos. Pero la otra versión dice, que salían descalzos, con toallas, e iban al río a bañarse.
No hizo falta la intervención de fuerzas de la guardia civil de los puestos de Alcorisa y Albalate que estaban preparados para ir a la zona, ni tampoco una sección del ejército apostado en Alcañiz. Y es que nunca se sabe lo que pueden dar de si tres peligrosos “bandoleros”.

Los restos de los tres infortunados fueron metidos en una fosa del cementerio de Andorra, a la cual se le puso una lapida abandonada con el nombre de una mujer fallecida bastantes años antes.

En memoria de: Diego Fernández, Mariano y Julio Pérez

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